Historias de toda una vida

Cartas que agrada recibir

viernes, 14 de enero de 2011

RUIDOS PERJUDICIALES


Querido Yayo Félix:
Como tú, estoy muy de acuerdo con la nueva ley antitabaco aunque limando estupideces, rizamientos de rizo o provocaciones, que más parece ensañamiento contra los fumadores en depende qué lugares o entornos; pero como de este tema hay mucho más que hablar…

En toda esa magnífica perorata (no como sermón, monserga, matraca o tabarra; si como alegato, o discurso; que todos esos sinónimos tiene –y alguno más- la palabra “perorata” que utilizo). Bien, pues en toda esa magnífica perorata que has escrito hoy sobre ruidos varios a cual más molestos, has olvidado el de los vecinos de arriba ruidoseando a cualquier hora del día o de la noche y gritando  hasta saltarles las anginas por la ventana.

No mencionas en tu “ruidomolesta” lo que es mucho peor: el inhumano ruido –jamás música- no ya en discotecas, sino en cualquier bar normalucho o bar de copas a los que entras y te dan ganas de ahorcar al responsable.
Es humanamente imposible mantener una conversación mínimamente audible y reconfortante; sales de ahí o como alma que lleva el diablo o con humor de perros, garganta de lija, ojos de diablo y oídos con zumbido de mil panales de rica miel; por no hablar también de los botellones –a los que se sumarán parece ser los “cigarrones”- que además de ruidos, dejan basuras y olores nauseabundos… ¿De veras no se puede parar esto? ¿De veras no es posible que los botelloneros sean menos incívicos?

De acuerdo con prohibido prohibir, aunque nunca prohibido educar desde la cuna al sonido suave y tranquilizador y la palabra en vez del grito… Y ya ves que lo dice alguien a quien tú llamas “gritona” o “gritoncita”; cosa que nunca fue del todo cierta, sólo piensa: éramos dos madres con siete niños correteando por la casa y reclamando constantemente nuestra vigilancia, sin dejarnos respiro ni tiempo para nosotras y de vez en cuando teníamos que dales un “toque de atención”. Ya por entonces Pili y yo decíamos que nuestros hijos serían perfectos si llevaran incorporado un “botón de volumen”.

Nunca me enfadó tu apelativo cariñoso, como tampoco era cierto el de “Ricachona” que me atribuías; a las pruebas me remito. Ojala lo fuera, porque pondría en práctica un proyecto que daría mucho empleo y me haría rica, rica de verdad… Una fábrica de sonotones” y demás aparatos desordecedores, porque al nivel que los jóvenes escuchan su tiempo de ocio, serán el mejor negocio.

En lo que si acertaste siempre es en tu afirmación de que el mío es un “santo marido”.

Besos, tequieros y feliz finde guapo.

Marisa Pérez


 Viernes 14/01/2011
Querida Rebeca y todos los demás seres queridos;

Pese a ser partidario de prohibido prohibir, no así el gobierno que se está mostrando furibundo antitabaquista con la ley que no permite fumar en bares y restoranes, estoy de acuerdo, porque aunque crea una dificultad a los hosteleros, aceptado que el tabaco es magnífico para toser, la medida salvará a enorme número de personas de morir nicotinaza.

Muy bien, pero vamos a ver, dado el afán prohibicionista de las autoridades, tendría sentido prohibir también el ruido ensordecedor que abolla las orejas en cantinas, comedores y todo lugar público donde, como todo el mundo habla y nadie escucha, se chilla más y más, pues con la prescripción eliminaría otro problema de salud de enorme importancia: la sordera. Bien sabido es que no hay nada más perjudicial para el oído que el exceso de ruido y España es uno de los países más ruidosos del mundo y los españoles nos quedamos sordos cada vez en edad más temprana.
Y no sólo perdemos audición con la contaminación acústica, perdemos también los nervios, el sentido del humor y calidad de vida y con ello damos a los extraños la impresión de que cuando hablamos estamos permanentemente discutiendo acaloradamente.
La agresión acústica es un delito contra la salud, y lo más indignante es que las autoridades que deben velar por el descanso y el bienestar de los ciudadanos no respetan sus propias normas  y son quienes más escandaloso ruido con sirenas de policía, ambulancias, bomberos, camiones de basura, grúas, perforadoras y todo tipo de maquinaria municipal. Se ha de sumar a todo esto el exceso de tráfico, claxon de coches y autobuses, las alarmas que se disparan solas, los capullos que con sus  atronadoras motos con el silenciador abierto taladran los tímpanos, los cretinos que llevan la radio a toda pastilla con las ventanillas abiertas, los tarados que hablan a voz en grito a las horas de sueño…
En verdad, la mezcla de sonidos perjudiciales, el estruendo, las estridencias de la ciudad no sólo molestan, afectan a la salud física y mental, siendo causa de cansancio, intranquilidad y cabreamiento.
Queridos seres queridos, tened siempre presente que si la palabra es plata, el silencio es oro.

               Abrazos y besos.

                      Félix