Historias de toda una vida

Cartas que agrada recibir

domingo, 6 de marzo de 2011

SIMPÁTICA ANÉCDOTA

   Valladolid 3 de Julio de  2001

        Querida hija, hijos todos y nietos:
Imaginativamente paseo por Cornón desgranando recuerdos y he pensado que tal vez pudierais sentir interés por conocer algún rasgo personal de vuestros abuelos y bisabuelos: mis padres, Víctor y Filomena.
        Pronunciar el nombre de mi madre me produce tensión emocional, aunque bien pudiera ser que a vosotros os suene a antiguo, porque ha quedado en desuso, pero es un nombre sonoro y melodioso. Etimológicamente significa algo así como trino de ruiseñor.

        Voy, pues a contar una simple y simpática anécdota protagonizada por ellos; el escenario: Cornón en mi infancia.

        Cierta noche, muy a deshora, sacó a mi madre de su sueño un ruido. Despertó sobresaltada y sentada en la cama con el sentido de alarma muy alerta siguió escuchando y le pareció oír pasos. Siguió atenta y desconfiada, agudizando al máximo el oído y conteniendo la respiración en la oscuridad. Cuando tuvo la certeza absoluta de que el ruido eran pasos de ladrón, segura de que alguien había entrado en casa y sigilosa, muy sigilosamente se movía en la escalera, sacudió a mi padre dormido y le susurro al oído:
-        Víctor, Víctor, chiiis, calla y escucha, ¿oyes eso?
-        ¿Qeeeé? ¿Qué pasa? -refunfuñó él aún dormido.
-       Que alguien ha entrado en casa, está en la escalera, ¿no oyes?
-       No oigo nada -dijo mi progenitor ya despierto.
-       Escucha, escucha...
        Estiró la oreja el autor de mis días y entonces, sí, efectivamente, oyó con claridad como algo o alguien se movía fuera con pasos silenciosos, como quien anda con la punta de los pies, subía o bajaba la escalera, el leve crujir de los peldaños le delataba. Mi madre que como todas las mujeres de bien, se asustan fácilmente con este tipo de cosas, viendo con la naturalidad y sangre fría con que el esposo tomaba la situación, empavorecida y casteñeánlode los dientes rezaba y suspiraba:
-       Ay, Dios mío, ¿qué hacemos?
-       Cálmate, no te pongas nerviosa, que esto lo arreglo yo.
-       ­No vayas, Vítor, por favor, deja que se lleve lo que quiera y que se vaya. No seas temerario, piensa que cuanto más valiente es el pájaro más gordo está el gato.
-       Tengo que ir, ¿qué hago si no?  ¿Y qué tontería es esa de pájaros y gatos?
Y entonces mi padre al que no rozaba el miedo, y si no era así lo disimulaba bien, empuñando lo primero que halló a mano, abrió la puerta, respiró hondo y salió a enfrentarse con el malandrín.
-       No,Víctor, por favor,no...
        Pero algo había que hacer, y ya lo estaba haciendo. Tras unos momentos tensos de voces y ruidos, regresó mi padre muerto de risa con el intruso colgado del rabo entre los dedos. El temido malhechor resultó ser un inofensivo roedor que mordisqueando una patata la hacía rodar escaleras abajo, saltando de escalón en escalón.

        Resultó ser un  simple ratón, pero él ignoraba esa circunstancia, lo que se suponía era que un facineroso se había colado en casa con aviesos propósitos; otro hubiera temblado, él no tembló. Bueno, temblando o sin temblar tuvo el valor suficiente para enfrentarse al peligro.

        Mi madre, con los ojos resplandecientes de admiración e impactada por el coraje del esposo, agradecida no sabía qué hacer, si reír, llorar o hincarse a rezar.

        Hijos, a lo que parece, a vuestro abuelo lo único que le daba miedo era la idea de parecer cobarde.

           Besos y abrazos de padre y abuelo
Félix