Historias de toda una vida

Cartas que agrada recibir

martes, 7 de agosto de 2012

UNA VERDAD DESNUDA


No sabes hasta qué punto me ha conmovido tu carta de hoy. Sabía que andabas “pachucho” pero no tenía idea de todas esas vicisitudes “cacales y pisales” que has sufrido tan en silencio como se sufren las “almorranas”.
Ni idea tienes hasta qué punto admiro tu valentía… otro con menos motivos se habría apurado hasta el punto de pensar que aquello ya era el fin de sus días.
Una vez más nos das ejemplo de valentía, de coraje, de buena gente y de cordura más allá de la inteligencia.
Te mando millones de cariñosísimos besos, abrazos y achuchones y te digo que estoy orgullosísima de ti porque eres el mejor ejemplo a seguir.
 UNA VERDAD DESNUDA 7 DE AGOSTO DE 2012 18:57  
Queridos seres queridos:

Como no ignoráis, mi dedito malo es la artrosis lumbar, enfermedad degenerativa que consiste en la degradación del cartílago, y con los huesos chocando entre sí limitan mucho mi movilidad y camino lento como el caballo del malo, encorvado y dolorido.
-Si deseas mejorar la calidad de vida –me aconsejó mi médico –reduce el abultado abdomen, rebaja la curva de la felicidad.

Tomé en serio la sugerencia, me puse en marcha y bajé mi peso corporal de 95 a 80 kg. Fantástico, alcanzada una meta difícil de lograr.

Pero mi gozo en un pozo, precisamente entonces, sin saber cómo, por dónde ni porqué un nubarrón de problemas de salud  me vino encima: con el sintrom sin eficacia, la sangre espesa, engorda hasta alcanzar la densidad poco menos que la morcilla; la tensión arterial tocando suelo (8-5); las  pulsaciones del corazón por debajo de las 40 por minuto, obligados a la instalación del marcapasos. Descubro también que soy alérgico a la leche de vaca que me ocasiona serio trastorno intestinal, agravado con una infección urinaria, en razón de ella, ajeno a mi voluntad, perdido el sueño y el apetito pierdo peso a un ritmo asustadizo y paso de 95 a 70 kg. Evito radicalmente el consumo de la leche, pero la situación no mejora, empeora.

Vamos a ver, ¿qué pasa aquí? Porque la verdad desnuda, la situación es para dar que pensar. Nada más acongojante y perturbador que no retener ni pis, ni popó, y de pronto, súbitamente, sin defensa ¡horror! Te lo haces encima y te quieres morir con los tremendos apurones por los que pasas lavando en la taza de ducha la ropa excrementada. Y si todo esto, con ser tanto, no fuese suficiente, lo peor, la consternación de verme rodeado de personas queridas muriendo de cáncer: un yerno, un cuñado, dos entrañables amigos compañeros de juego, una muy estimada vecina…
Pues eso, aunque hay quien me tacha de llorica y plañidero, sin embargo, como no me agrada caer fácilmente en el desaliento decido afrontar solo el temor a padecer la maligna enfermedad silenciando a familiares y amigos la situación; si el diagnóstico es desfavorable ya habrá tiempo para las preocupaciones.
Así que manteniendo una actitud positiva, restando importancia, con buena cara y buen humor, -es el caso de las fotos en pañales al igual que mi biznieto- evidente demostración de que los viejos nos volvemos niños…

Así estaban las cosas, aliviaba los dolores de las articulaciones con Paracetamol en comprimidos; buscando mejorar la eficacia del analgésico, se me recetó el mismo Paracetamol paro ahora efervescente. ¿Quién podía imaginar que algo en apariencia tan inofensivo pudiera ser la causa de todos mis problemas? Pero, efectivamente, él era el pérfido enemigo. Costó leer y releer el prospecto informativo en busca de efectos  adversos. Me dio motivo de sospecha el extraño color anaranjado de las deposiciones semejante al aditivo granulado que colorea la efervescencia.
Eliminado el tal Paracetamol efervescente -veneno puro para mí-, fue el más eficaz de los remedios, pues, queridos seres queridos, escuchad y creerme, con la supresión de su consumo, como si algo hubiera ocurrido dentro de mí que cambió la vida: mi peso corporal se estabilizó en 70 kg. -veinticinco menos-. No exagero si digo que resultó semejante a una inyección de bienestar que me tiene lleno de optimismo de buena  ley y alegría de vivir, rebosando salud y vigor. Lo digo en voz alta, muy alta y clara, estoy hecho todo un chaval de noventa abriles.
                                                      Besos y abrazos