Querido yayo Félix: Esta carta que
guardo en manuscrito sin fecha, cobra especial importancia porque parece que
ayer mismo me la hubieras enviado desde ese nuevo correo electrónico que
manejas a la perfección y ya conocedor de lo que hay al otro lado.
Te imagino sentado en tu nuevo y
magistral escritorio vigilando a tantos como te queremos y pendiente de que
todo aquí siga bonito.
Recibe una vez más todo mi cariño
y dile a mi padre que no se descuide, que confío en él más que nunca y que le
quiero cada día más.
Dulces sueños
Marisa Pérez Muñoz
NO PEDIR A LA VIDA LO
QUE NO NOS PUEDE DAR
Queridos
hijos: hay dos cosas que por más vueltas que le doy no me caben en la cabeza:
Una que no haya Dios y el universo se
haya hecho solo; y la otra, que sea el verdadero ese Dios con pies y manos que
el hombre ha creado a su imagen y semejanza.
No
son pocas las personas que razonan que si tal dios existiese ya hace mucho
tiempo que habría borrado del mapa a la raza humana por su crueldad y
perversidad.
Al
alcance de la omnipotencia divina y de su capacidad creativa está idear un
virus mortífero que atacase exclusivamente a los violentos, fanáticos.
Codiciosos, injustos y crueles. Sólo así el mundo sería habitable.
Lo
que estamos viendo hoy día es que con la enorme elevación del nivel de vida,
con lo que la gente vive esplendorosamente, ya no anhela una vida futura;
prefieren una temporada más larga en esta. Pero por ese sentimiento la
naturaleza humana se ha contraído al hombre, el hombre ha ido a menos, no es
feliz porque la felicidad requiere como principal ingrediente gozar la
sensación de supervivencia permanente.
La
vida es absurda si termina en extinción, si todo se reduce a “se murió el
perro, se acabó la rabia”. Está claro que no se puede pedir a la vida lo que la
vida no puede dar.
Como
no sabemos lo que es la vida, -al menos yo no lo se- ni tampoco sabemos lo que
es Dios, anoche pasé despierto un divertido rato desarrollando la idea de
fusionar ambos asombrosos misterios y que Dios fuese la vida.
Resultaría
perfecto, pues cuando se acaba la vida nos quedaríamos sencillamente con Dios
para reunirnos con alegría con el espíritu de padres y amigos.
Besos y abrazos.
Félix