Melilla 25 de
abril de 2001
Querida
hija, ¿muda? :
En tanto María asistía su clase de música, por un laberinto de calles inclinadas hemos
subido al barrio alto de la
Victoria para asomarnos a su
estratégico mirador, un gran balcón que ofrece una panorámica
excepcional, la ciudad a vista de pájaro, desde el mismo puerto hasta la última
casita en el fondo del valle en que entre cerros y colinas crece Melilla, una
ciudad que con el empeño y el entusiasmo de los melillenses cada día está
más bonita, tan llena de pasión y de
vida, de luz y color que seduce.
Salvo un edificio colosal que amedrenta bastante porque
rompe el paisaje de la zona del puerto, y de algún modo la de toda la ciudad.
Salvo esta mastodonte, Melilla no se ha dejado avasallar por ese progreso que
todo lo iguala y desvirtúa; no ha sucumbido a la vulgaridad que convierte a las ciudades en repeticiones tediosas de un
mismo modelo. En gran medida conserva intacta su personalidad y su gracia
cautivadora. El progreso se está haciendo realidad en Melilla. Es acelerado el
renacimiento urbanístico, se derriban las viejas casitas molineras , y como no
es refractaria a la moda, en los mismos solares se levantan singulares y
encantadoras viviendas tipo modernos chalets.
Me encanta Melilla, tal vez algo desaseada y desvencijada en
ciertas zonas, pero una bella ciudad que a los visitantes nos hace sentir la
impresión de estar en un lugar distinto y especial, multicultural, donde viven
y conviven en paz y armonía, cristianos, musulmanes, indios y hebreos, igual,
igualito que el ponderado Toledo en sus gloriosos tiempos.
Adiós, salud y risas,
Tu apá