NO CORRAS, POR FAVOR
Melilla 2 de Mayo de 2001
Querida
Hija: Pues nada, que los terrícolas somos unos seres sumamente singulares, los
únicos que reímos, a quienes se nos ha concedido el prodigioso don de la risa,
que obra prodigios; pero también, los únicos que chocamos una, diez, cien veces en la misma piedra.
Leo, en el puente de Mayo los tantos y los cuantos muertos y heridos graves,
muchos jóvenes, en la carretera en sendos accidentes mortales...
O
sea, que llega un descanso laboral y el personal ajetreado como hormigas corren
que se las pelan comino de la playa o la montaña buscando reposo y el mejor
modo de sacudirse el estrés, pero como son mogollón y corren sin freno, muchos
se estrellan, chocan, se salen de la calzada y fenecen. En teoría correr, pisar
a fondo el acelerador, mola, alucina, pero en la práctica todos sabemos, aunque
se olvida, que la velocidad es sagrada y no se puede jugar con ella, entonces,
si acelerar en exceso implica tan graves riesgos, ¿por qué correr?
Y
hay otro cosa, si acompaña la suerte y se sobrevive al viaje, gran parte de las
vacaciones se pierden en idas y venidas en el asfalto y el descaso más bien es
poco, ¿entonces? El porqué de no abandonar tan arriesgada práctica sólo tiene
una posible explicación: el homo sapiens tiene un pasado trashumante, y ese
pasado inscrito y en los genes domina
nuestra parte racional. Será por eso, es lo más probable y lo más posible.
Tú,
hija, cuando consigas tu carnet de conducir, no corras, por favor, te lo pide
tu Apá